Aislados. Encerrados. Desilusionados. Alicaídos. Ansiosos. Nerviosos. Impacientes. Perdidos. Resignados. Sin lugar a duda el 2020 fue el año de la incertidumbre viajera debido a las consecuencias del coronavirus.
Esas acciones y sentimientos anteriormente mencionados pueden representarnos en diferentes momentos del trascurso de este año que termina. Pero una se pregunta ¿el fin de este año también marcará la culminación del periplo de emociones que se hicieron presentes en este? Ojalá así fuese, pero lo dudo realmente.
Si algo nos enseñó este año 2020 -lo que no quiere decir que lo hayamos aprendido- es lo frágil que es nuestro entorno y lo efímero que puede ser aquello que damos por sentado. Creo que la palabra respeto es la que debiéramos poner en práctica de aquí en adelante. Respeto hacia los seres vivos que cohabitan nuestro entorno; ya fuimos testigos de qué sucede cuando todo lo que puede salir mal se conjuga y ocurre.
Como decía Tusam: «puede fallar«
Hace exactamente un año empezábamos este 2020 con proyectos y planes para vacacionar; hacia qué lugar, con quién, con cuánto presupuesto y en qué época del año hacerlo. Pero al mismo tiempo comenzábamos a escuchar las palabras coronovirus, epidemia (en un primer momento fue catalogado así), Wuhan o mercados mojados. Y francamente creo que pocos de nosotros pensamos que tan sólo poco meses después el mundo iba a convertirse en lo que -aún- es hoy.
La incertidumbre y el cambio de reglas al momento de viajar iban (y siguen) cambiando tan rápidamente como nuestros estados de ánimo. Fronteras cerradas, cancelaciones de vuelos o restricciones y requisitos, que se actualizaban permanentemente, en caso de ser posible el desplazamiento.

Y más significativo fue aún el caso argentino: hubo viajeros varados desperdigados por todas partes del globo durante varios meses sumado a una cuarentena bastante rigurosa, donde la economía comenzó a desbarrancarse y llevar el peso argentino a una devaluación exorbitante y sin freno (situación a la que estamos bastantes acostumbrados lamentablemente). Todo este combo de situaciones se tradujo en descartar la idea de poder volver a viajar en el corto y/o mediano plazo.
Caos como sino hubiese mañana
¿Recuerdan esos primeros meses? ¿Aquellos donde muchas personas iban al supermercado y se llevaban pilas de paquetes de papel higiénico y todos los elementos de limpieza que encontraran a su alcance? Lo más irónico es que si ellos estaban sanitizados pero no dejaban ningún producto para otros, éstos no iban desinfectados, jaja. Pero de todas formas era una pandemia la que estaba avecinándose, y lamentablemente, no iba a haber cantidad suficiente de celulosa que la detuviese.
A la par de ese descontrol comenzó la cuarentena argentina, el 20 de marzo del corriente año para ser más exactos. Cuarentena que -hipotéticamente- iba a finalizar el día 31 de marzo. Y aprendimos a vivir con el uso de tapabocas al salir de nuestras casas, mantener distancia, lavarnos las manos frecuentemente y embadurnarnos con alcohol en gel, que nos tomen la temperatura con frecuencia, a dejar los zapatos en la entrada y a poner a lavar toda la ropa una vez que llegábamos nuevamente a nuestros hogares.

Y tuvimos que aprender a trabajar desde casa, juntarnos por plataformas de videollamadas y estudiar en aulas virtuales. Con cada día que pasaba aparecían nuevos desafíos, y con ellos nuevas formas de aprendizajes para sortearlos.
Frente al caos, la desidia
Y mientras transcurría este encierro, nos encontrábamos con un bombardeo de promociones, publicidades y portales que arengaban a adquirir pasajes a precios muy tentadores. Como comunicadora no puedo dejar de dar mi opinión y volver a recordar la palabra del principio: respeto. Respeto hacia nuestros lectores, nuestros enunciatarios. Y voy a agregar la palabra responsabilidad. Responsabilidad como comunicadores, conociendo el poder que se tiene a veces al momento de influir en la toma de decisiones de quiénes están leyéndonos del otro lado. Entiendo que fue con la mejor de las intenciones, pero ante un contexto de tanta incertidumbre social y económica ¿no cabe preguntarse si es algo acertado hacer este tipo de publicaciones?

Barajar y dar de nuevo
A horas del comienzo de un nuevo año, ante todo deseo que lo comencemos de la mejor manera posible. Hace 3 años disfruté mucho poder comenzar el 2018 en la ciudad de Rosario. Espero que podamos ser optimistas y hacer foco en lo positivo porque, con mucho pesar, creo que el año venidero va a ser duro también. Estamos al tanto que vendrá una segunda ola y hubo una reciente mutación del virus. Pero también ya hay grandes avances respecto a la vacuna, por eso no todo es infortunio.
Pero tampoco es excusa para relajarnos, recordemos que estuvimos muchos meses aislados. En este último tiempo grandes masas de personas se han concentrado por diferentes motivos sin tomar ningún tipo de recaudo. Vuelvo a nombrar las palabras respeto y responsabilidad; hoy son más necesarias que nunca.
Podemos rememorar nuestros viajes anteriores viendo fotos o recordando anécdotas, como para motivarnos y prepararnos para cuando esta pesadilla finalice. Mientras tanto paciencia, en dosis industriales.
No quiero terminar este post sin mencionar que la ausencia de aventuras y experiencias que contar, provocaron un vacío que se tradujo en una menor presencia nuestra en las redes. Hubo momentos en los que estuvimos tristes, desmotivados y desbordados. De emociones y de trabajo.

Esperamos encontrarlos por acá en el próximo año ¡felicidades!